La otra noche tuve un ataque de muchos sentimientos: coraje, tristeza, ansiedad. Se me quedó la puerta de mi cuarto abierta. El perro la vio y me imagino que pensó, aja, nunca me han dejado entrar a ese cuarto. Déjame entrar y marcar mi territorio, que es el lugar que me falta.
Cuando salí a regañarlo, mi hijo lo cogió, lo llevó a mi cuarto, le dijo con firmeza “Eso no se hace ahí”, y le dio una palmada. Cuando yo vi eso, me puse como una loca. Comencé a gritar que yo no podía con violencia, que jamás hiciera una cosa así frente a mí de nuevo. Estaba tan alterada que me encerré en mi cuarto a llorar. Al rato, me calmé y me puse a analizar la situación.
Estas son las cosas que pudiera haber hecho:
- Ver a mi hijo como un abusador. (Cosa que yo sabía que no era.)
- Tener coraje con él.
- Sentirme como una víctima.
- Escoger estar infeliz en vez de escoger la paz.
Estas son las cosas que hice:
- Respirar profundamente para calmarme.
- Reconocer que fuera de mí no hay nada.
- Ver a mi hijo inocente.
- Buscar dentro de mí para ver que se me activó.
- Reconocer que mi reacción fue exagerada pues fue solo una palmadita.
- Pedirle a mi Espíritu Santo que me ayudara a ver las cosas de forma diferente.
Al rato, vinieron a mi mente lo siguientes recuerdos:
- Cuando mis dos hijos eran pequeños, yo les daba en las piernitas cuando se portaban mal.
- Eso lo aprendí de mi mamá, y seguramente, ella lo aprendió de la de ella.
- Sentí una gran tristeza y culpa.
- Entendí que en ese momento yo no sabía mejor, pero que gracias a Dios hace mucho que sí.
- Le pedí a mi Espíritu Santo que me ayudara a perdonarme y a perdonar a mi mamá.
- Pensé en la lección 134 de Un curso e milagros que dice “podría ver paz en lugar de esto”.
- Luego de esto, cerré los ojos y me quedé un rato en silencio, respirando profundamente. Al rato, sentí una gran paz y supe que el proceso había terminado.
En la mañana, hablé con mi hijo y le pedí perdón por mi ignorancia cuando él era un niño. Su respuesta fue, ¿perdón otra vez? Yo te perdoné la primera vez que me lo pediste hace mucho tiempo.
Obviamente, la que tengo que perdonarme soy yo.
Y con este cuento, los invito a hacer este proceso cada vez que les surja una emoción que no sea paz o amor. Al yo hacerlo, me evite muchos días de coraje y sufrimiento y volví a estar en paz.