Relación con los Hijos

El mensaje que nos dio Kahlil Gibran de que nuestros hijos no son nuestros sino hijos del mundo que vienen a través de nosotros debe guiar nuestra relación con ellos y estar presente en nosotros aún antes de traerlos al mundo.  La recompensa que tenemos los padres por aceptar ser el canal de estos seres que vienen a continuar su evolución es la experiencia sublime del amor incondicional que despierta un hijo en sus padres.

Con este pensamiento de ayudarlos en su desarrollo:

  • Es nuestra responsabilidad como padres de guiarlos desde pequeños a que encuentren su misión en la vida. 
  • A que descubran el compromiso que hicieron con ellos mismos antes de venir. 
  • Eso podemos hacerlo no solo permitiéndoles que desarrollen sus habilidades y talentos, sino exhortándolos a que lo hagan. 

Todos venimos con unos talentos específicos.  Estos talentos son los que nos van a dirigir hacia nuestra misión.  ¿Y cómo sabemos cuál es nuestra misión?  La brújula interna es nuestra satisfacción y amor por lo que hacemos.  Esto lo aprenderán nuestros hijos con nuestro ejemplo. 

  • Si estamos trabajando o haciendo  lo que amamos, la satisfacción por nuestro esfuerzo será obvia. 
  • Si por el contrario, hacemos algo que no nos gusta, solo porque nos deja dinero,  por complacer a otros, o por el que dirán seremos infelices y eso es lo que ellos aprenderán.

La única forma de ellos descubrir su talentos es experimentando distintas cosas.  Muchas veces nosotros los padres queremos encajonar a nuestros hijos en lo que nosotros creemos que es bueno para ellos. 

  • Los obligamos a tomar clases de cosas que a nosotros nos gustan, sin estar alertas a si eso es lo que les gusta a ellos. 
  • Otras veces, los hijos desean tomar clases de algo que luego descubren que no era lo que querían, y los padres insistimos que continúen lo comenzado. 

Existe una fina línea entre dejar algo porque no me gusta y dejar algo porque se me está haciendo difícil.  La forma de saberlo es aprendiendo a escuchar lo que nos dice el corazón. 

  • Una gran ayuda que les podemos dar a nuestros hijos es enseñarlos a hacer silencio mental.  Mientras la mente esté activa  no podemos escuchar al corazón. 
  • Como mejor le enseñamos es con nuestro ejemplo. 
  • Crear un hábito en la familia de cierto tiempo diario para aquietar la mente es el mejor regalo que les podemos dar a nuestros hijos ya que eso les servirá para toda la vida.

El balance es lo que determina si estamos en paz interior o no.  Cuando nuestra vida está fuera de balance, porque le estamos dedicando nuestro tiempo a una cosa en desatención de otras, se crea caos. 

  • Una forma de que nuestros hijos aprendan ese balance es dirigiéndolos a prestar atención a las enseñanzas que nos ofrece la naturaleza de la armonía entre sus distintos elementos.
  • A través de la naturaleza entienden también que el cambio es parte integral de la vida y que no hay que temerle. 
  • Es mediante el cambio que llegan cosas nuevas a nuestra vida. 
  • Si nos aferramos a lo conocido nos privaremos de nuevas experiencias enriquecedoras.
  • Con nuestro ejemplo le enseñamos también que el Universo nos habla, pero tenemos que aprender a escucharlo. 
  • Cuando se nos presentan obstáculos constantemente en nuestro camino, es una forma del Universo decirnos, por ahí no es. 
  • Si nos empeñamos en seguir luchando le enseñamos que la vida es una lucha. 
  • Si por el contrario, nos detenemos sabiendo que se nos mostrará el momento adecuado, le enseñaremos a tener paciencia o a discernir si es lo que le conviene.
  • Si en nuestra interacción con los otros miembros de la familia imponemos nuestro criterio, les estamos enseñando a ser egoístas. 
  • Si por el contrario, escuchamos y tomamos en cuenta lo que las otras personas piensan, les enseñamos sana convivencia y el respeto ajeno.

Es un gran privilegio ser padres.  De nosotros depende gran parte del camino del desarrollo de nuestros hijos.

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