¿A quién le gustaría dar a luz sin sentir dolores horribles? A mí me hubiera encantado, pero cuando tuve a mis hijos no sabía que Reiki existía.
Cuando me fui a la Universidad de Derecho de Georgetown, en Washington D.C. a estudiar una maestría en Derecho Internacional, estuve fuera de Puerto Rico por un tiempo.
Cuando regresé, no sabía que mi amiga, Carmen, estaba embarazada. Como las cosas suceden cuando tienen que suceder, cerré la puerta de mi apartamento con las llaves adentro. Mi amiga, Margarita, que tenía llaves, no llegaba hasta por la noche. Como tenía las llaves del carro en mi bolsillo, me fui a visitar a la suegra de mi hermana, que vivía cerca. Para mi sorpresa, su vecina inmediata, y sobrina, Carmen, estaba dando a luz en su casa con unas parteras.
Cuando Carmen vio mi carro por la ventana pidió que yo fuera a verla. Estando a su lado, una voz interior me dijo, ponle las manos en la barriga. Le pregunté a Carmen si sabía lo que era Reiki y me dijo que no, pero que ella confiaba totalmente en mí, que hiciera lo que quisiera.
Nunca antes yo había dado Reiki en un parto, pero decidí seguir mi intuición. Siguiendo mi voz interior, le puse las manos en el vientre bajo. Como a los cinco minutos me dijo, “Oye Yve, ya no siento dolor donde tienes las manos, solo los músculos contrayéndose.” Me fui en pánico. Pensé que le había paralizado el parto y no sabía cómo volverlo a activar. Lo comenté a las parteras que me dijeron, que ese parto no lo paraba nadie, que siguiera con el Reiki.
Regresé donde Carmen y le pregunté donde le dolía. Me dijo que arriba de donde le había quitado el dolor anterior y ahí le puse las manos.
Para hacer el cuento largo corto, estuve todo el parto dándole Reiki y ella sin dolor, solo sentía los músculos contrayéndose. Por fin nació su bebé, y fue la experiencia más maravillosa que he tenido dando Reiki. Carmen estaba tan impresionada que cuando me inicié como maestra de Reiki, ella fue mi segunda alumna.