Recientemente estaba hablando con un amigo querido que estaba en una encrucijada, sin saber qué decisión tomar. Me comentó que había analizado todas las alternativas posibles y que aun así no sabía qué camino tomar.
Sin lugar a equivocarme, me atrevo asegurar que todos hemos estado en una situación similar en algún momento de nuestras vidas y los que son más jóvenes y aún no han estado, ya estarán.
Recuerdo que le dije, “no analices, siente.” Y muchos pensaran, ¿cómo no voy a analizar? Tengo que sopesar todas las posibilidades, hacer un análisis exhaustivo y luego decidir.
Yo te digo que hay una forma mucho más fácil. Un curso de milagros habla de dos figuras que están en nuestra mente, figurativamente hablando, el ego y el Espíritu Santo. El ego lo creamos en ese “momento loco,” que ocurrió hace eones de años, como dice el Curso, donde el Hijo de Dios, que somos todos, pensó que se había separado de Dios. Por el otro lado, el Espíritu Santo, es esa parte en nuestra mente que sabe que esa separación nunca ocurrió. El ego habla de miedo, conflictos, dificultades. El Espíritu Santo habla de paz, amor, armonía. Siempre te dirigirá hacia tu bien. Lo importante es aprender a escucharlo.
Cuando analizas mucho una situación, por lo general está el ego envuelto. Tu mente va a las millas y eso te causa estrés.
Cuando aquietas tu mente y dejas que tu intuición te guie, ese es tu espíritu hablando. Cuando te detienes para escucharlo, tu mente está en paz. Tienes que aprender a confiar en tu intuición. A veces te muestra un camino que ni habías contemplado, pero si al observarlo te trae paz, por ahí es. El cómo surgirá en su momento.
Siempre recuerda que el compás es la paz. ¿Lo que estás haciendo te da paz? Pues por ahí es. ¿Te trae conflicto y estrés? Pues por ahi no es. Es así de sencillo. Lo que tienes que hacer es confiar que tu espíritu es el que sabe lo que es bueno para ti y entonces síguelo.